De noche y de negro 🌒
A principios del siglo pasado, en algunas zonas del sur de España, las bodas se celebraban de madrugada. Las novias españolas, salvo las de familias pudientes, se casaban de negro y en corto. La tela blanca era mucho más cara y difícil de conseguir y, puesto que muchos padres no llegaban vivos al día de la boda de sus hijas, se aprovechaba para la celebración el color destinado al luto.
Un caluroso verano en 1928 se iba a celebrar una de estas bodas. De noche y de negro. Sucedió en la zona del Cabo de Gata, en Almería, en un lugar hoy semiderruido a causa del abandono llamado El Cortijo del Fraile. La novia se llamaba Francisca Cañada, ni guapa ni fea, aunque hacendosa a pesar de una ligera cojera y, lo más importante, única heredera de aquel jugoso Cortijo, de 3500 pesetas y de algunas tierras de labor. El novio se llamaba Casimiro Pérez y era el hermano del marido de la hermana de Francisca. Es decir, dos hermanos casándose con dos hermanas. Todo quedaba en familia.
Si aquella noche Francisca hubiese caminado hacia el altar, El Cortijo del Fraile no hubiese adquirido fama alguna. Otra boda más, un final más o menos feliz. Tierras, hijos, nietos y Navidades celebradas en aquel viejo cortijo camino a ninguna parte. Quizás una sombra cruzada de tanto en tanto por el rostro de Francisca, al tender la ropa o al secar los platos frente a una ventana abierta, cuando se le ocurriera darle alas a uno de esos traidores ‘¿y qué hubiera pasado si…?’. Sin embargo, aquella noche se tiñó de rojo cuando Francisca Cañada decidió quitarse para siempre esa sombra de duda y escapar de aquellas tierras con su primo Paco Montes, su verdadero amor.
Al no encontrar a la novia ni la mula de Paco Montes, la familia dio el aviso. Fue en un cruce de caminos donde la hermana de la novia y el cuñado, agazapados, les cogieron en plena huída. Pienso en cuál sería la última conversación entre Francisca y Paco antes de descubrir que alguien les observaba: pienso en si estarían hablando de algo relevante o intrascendente, si estarían poniéndole nombres a sus futuros hijos o comentando el tiempo que les acompañaba esa noche. Francisca sobrevivió a las manos de su propia hermana agarrándole el cuello fingiéndose muerta por asfixia. Paco no pudo fingir nada: tres disparos terminaron con su vida.
Aquellos disparos en el Cortijo del Fraile resonaron por toda España. La prensa se hizo eco de aquella noticia que tenía todos los ingredientes para despertar el interés de los lectores. Novia a la fuga, viejos amores enterrados, traiciones, polvo, tierra, lágrimas y sangre. Algunos lo veían un asunto de honor: un hermano defendiendo a otro que acababa de ser plantado en el altar. Otros vieron un asunto de celos y codicia: dos hermanos casándose con dos hermanas. Un cortijo, 3500 pesetas y tierras de labrar. Todo quedaba en familia. Y otros tantos simplemente se dejaron llevar por el romanticismo trágico que trascendía de aquella historia.
Hace una semana estuve en El Cortijo del Fraile. Hoy, un lugar turístico en Almería. Allí se grabaron después numerosos westerns, el más conocido fue ‘El bueno, el feo y el malo’ de Sergio Leone. Ahora se cae a pedazos y una verja protege a las personas curiosas como yo de sufrir un accidente en el interior. Ese lugar cuyos vecinos consideraron maldito durante años parece haberse reapropiado de su nombre y fama, convirtiéndose en símbolo de lo que pudo ser y no fue. Ya no queda nada de los Cañada, los Pérez o los Montes. Los familiares y testigos del suceso guardaron un silencio ceremonioso hasta el día de su muerte. Del crimen nunca se volvió a hablar en aquel lugar tanto como se habló por los alrededores. Lo que nos queda a día de hoy tan solo es especulación. O ficción.
"Las veleidades de una mujer, provocan el desarrollo de una sangrienta tragedia que cuesta la vida a un hombre", tituló El diario de Almería cuando ya se conocía el crimen pero todavía no se conocían a los criminales. Fue precisamente un granadino de paso por Almería quien leyó esta noticia e hizo que aquello trascendiese a más que a conversaciones de barra de bar: el crimen del Cortijo del Fraile se convertiría en historia de nuestras letras por inspirar a Federico García Lorca a escribir sus ‘Bodas de Sangre’, estrenada en 1933. Pero Lorca no fue el único que había descubierto algo que contar en esta historia: Carmen de Burgos, una vecina de Rodalquilar, un pequeño pueblo a pocos kilómetros del cortijo, también se había puesto manos a la obra.
Carmen de Burgos, conocida como Colombine, fue una niña bien a quien sus padres le dieron la misma educación que recibían sus hermanos varones, lo que le permitió convertirse años más tarde, después de abandonar a su primer marido y mudarse a Madrid, en la primera mujer reconocida como periodista profesional en España. Escribió una columna en el periódico El Globo titulada ‘Notas femeninas’ y, más tarde, pasaría a formar parte del equipo del Diario Universal con una columna diaria llamada ‘Lecturas para la mujer’. Su currículum y sus logros son tan extensos como interesante fue su vida: defensora incansable de los derechos de las mujeres, presidenta de la ‘Cruzada de las mujeres españolas’, amante de Ramón Gómez de la Serna y, quizás, uno de los miembros más desconocidos de la Generación del 98. Carmen de Burgos también encontró hueco para cultivar la ficción e inspirada por los mismos hechos que inspiraron a Lorca, escribió una novelita corta titulada ‘Puñal de Claveles’.
‘Puñal de Claveles’ es una delicia de 60 páginas, escrita en párrafos breves que, sin embargo, nos descubren con maestría todo un mundo de tradiciones, ritos y costumbres de una época y un lugar. Si ‘Bodas de Sangre’ se centraba en la vida y la muerte, ‘Puñal de Claveles’ trata un tema poco común en aquella época: el despertar de una pasión femenina que trae consigo una nueva forma de ver el mundo. Si Lorca nos ofreció tragedia y desconsuelo, de Burgos, quizás consciente del sufrimiento de las mujeres en aquella época y de las pocas ocasiones en que podían salirse con la suya, opta por un final abierto y feliz. Supongo que porque volver a escribir sobre muerte mataría a su vez los anhelos y esperanzas de todas aquellas mujeres que soñaban con escapar de sus propias vidas.
Leí que Casimiro Pérez, el novio, se casó al poco con otra mujer y se marcharon a vivir al turístico pueblito de San José. Su hermano estuvo unos años en prisión por asesinato. Y Francisca Cañada heredó aquel cortijo, en el que se recluyó como una viuda sin marido, con la única compañía de tanto en tanto de una sobrina, y convertida en la bruja de ese cuento que ella no escribió para los niños que, atraídos por la espectacularidad de los hechos, se asomaban a la casa para visualizar a la eterna novia del crimen del Cortijo del Fraile.
En la realidad paralela que imagina Carmen de Burgos los amantes cabalgan en plena noche hacia su libertad. En un momento dado, y para no cansar al animal, él se baja del caballo y solo ella lo monta. Es de noche y ella va de negro. Al contrario que en mis especulaciones, en esta versión de la historia los amantes caminan en silencio. No hablan de nada. Quizás porque en esta versión tienen el resto de su vida para hacerlo.
Feliz lectura.
La frase
“Aunque gozaba con aquellas vanidades, Pura se ponía triste cada vez que revolvía en sus arcas. Por un sentimiento casi inconsciente le parecía que lo tenía todo para la boda menos el novio. La naturaleza, al darle un cuerpo más hermoso que el de la mayoría de las mujeres, le había dado también un espíritu diferente, más fino, más lleno de inquietudes. Había mirado muchas veces desde el fondo de la hondonada en que vivía hacia los cerretes que, bajos y todo, le limitaban el horizonte, dejando el lugar como en el fondo de un pozo. Y, mirando hacia allá, había soñado en cómo se divertían las mujeres de las ciudades. Había estado en Níjar y en Almería lo bastante para vislumbrar una vida diferente de la suya”.
Ya lo dije en mi primera carta: todas somos un poquito Madame Bovary.
El maridaje
Pienso en vuestra mala suerte si os da por leeros este libro y no estáis, como estaba yo, en mitad del Cabo de Gata, a dos pasos de El Cortijo, y viendo el mismo paisaje bello y árido que veía cada mañana al despertar su protagonista. De modo que solo puedo traeros una pequeña parte de la experiencia para vuestra lectura: un plato que la acompañe a la perfección.
Y como no sé si vivís en un lugar con buen pescado, ni conozco vuestras alergias, preferencias alimentarias o bolsillos, me he decantado por un plato perfecto en su sencillez, especialmente con un par de huevos de corral encima. Señoras y señores: patatas a lo pobre a la andaluza.
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