Tragedia + tiempo 🎭
Existe una fórmula matemática de uso bastante extendido a la hora de escribir comedia que dice así: tragedia + tiempo = comedia. La frase ha sido atribuída a numerosos escritores, guionistas y comediantes de stand-up, pero lo cierto es que pertenece a Steve Allen, el creador de The Tonight Show, y la frase está sacada de una entrevista en la revista Cosmopolitan en 1957: “Cuando le expliqué a un amigo que el tema de la mayoría de las comedias nace de un suceso trágico (alcoholismo, sobrepeso, problemas financieros, accidentes) me preguntó: ‘¿Quieres decir que los terribles sucesos del día a día son un tema apropiado para la comedia?’. ‘No’, respondí, ‘pero lo serán pronto’”.
Suelo aplicar esta fórmula a cualquier suceso triste de mi vida: sé que por muy malo que sea, en un futuro no tan lejano me estaré riendo de ello. Lo pensé cuando se divorciaron mis padres o cuando cerró la empresa en la que trabajaba, lo he pensado incluso sentada en un banco de madera durante un funeral, pero si tengo que escoger el suceso trágico que menos tiempo tarda en sanar y que mejor se transforma en comedia con el paso del tiempo lo tengo clarísimo: las rupturas.
No hay cosa que te rompa más el alma que una ruptura y, al mismo tiempo, no hay cosa más divertida. Creo que esto se da porque pasas por una fase en la que haces un montón de idioteces y pierdes un poco el sentido social del ridículo por no perder del todo el Norte. En las rupturas puedes hacer casi todo sin que tus amigos te juzguen como te juzgarían en otras circunstancias: puedes emborracharte todos los días de la semana, puedes cortarte el flequillo, puedes llorar en los bares, puedes gastarte 300 euros en una crema, puedes acostarte con todo el mundo o puedes no acostarte con nadie. Es lo que un amigo denominó La Carta Blanca De Las Rupturas, que dura entre dos semanas y tres meses, depende de lo que tus amigos tarden en hartarse de ti y retirártela.
Durante mi peor ruptura, en esa primera etapa en la que no dejas de llorar, sufrir, echar de menos y sobreanalizar cada pequeño detalle de la ya extinta relación, tuve unos vecinos que no paraban de follar noche tras noche. Era como si Serge Gainsbourg y Jane Birkin se hubiesen mudado a mi patio de luces la tarde misma en que me dejaron. Más que una tortura, aquello era para mí un insulto, una afrenta personal: no es que me molestasen especialmente sus gemidos, es que sus gemidos combinaban fatal con mi tormento interior. Una de esas noches, harta de aquella sobredosis de amor y sexo, les lancé huevos por la ventana y me escondí en mi casa a oscuras para seguir llorando tranquila. No es una historia de la que me sienta especialmente orgullosa, pero sucede una cosa con esta historia y es que ahora, cada vez que a un amigo o amiga le acaban de dejar de mala manera y dice cosas como “Ayer me volví loca y estuve repasando los perfiles de todas las mujeres desconocidas que le dieron Like en Instagram en los últimos tres meses” o “Anoche me volví loca y le envié un audio de doce minutos” yo respondo “Tranquila, nunca alcanzarás el nivel de locura suprema hasta que no hayas lanzado media docena de huevos por la ventana”.
¿Lo veis? Tragedia + tiempo = comedia.
Otro factor importante para convertir la tragedia en comedia es, sin duda alguna, controlar la narrativa. Esto lo explica muchísimo mejor Nora Ephron en su magnífica colección de ensayos para la mujer moderna ‘I feel bad about my neck’: “Cuando te resbalas con una cáscara de plátano, la gente se ríe de ti, pero si tú cuentas que te has resbalado con una cáscara de plátano eres tú quien se ríe, y dejas de ser la víctima para transformarte en el héroe de la historia”.
Nora Ephron ha sido mi enero y creo que por eso en febrero soy mejor persona. Comencé leyendo su colección de artículos y reportajes ‘Ensalada loca: algunas cosas sobre mujeres’ editada en castellano por Anagrama, devoré el ya mencionado ‘I feel bad about my neck’, y fue entre medias cuando leí el libro que hoy nos ocupa ‘Heartburn’, traducido en español como ‘Se acabó el pastel’. Y ya que hablamos de rupturas horribles, dadme cinco minutitos para hablaros de la de Nora Ephron.
Nora Ephron, escritora, periodista y guionista de, entre otras joyas, ‘Cuando Harry encontró a Sally’ o ‘Sleepless in Seatle’ se casó de segundas nupcias con la superestrella del periodismo Carl Bernstein quien, junto con Bob Woodward, había destapado unos años antes el ‘Caso Waterwate’ que provocó la caída del Presidente Nixon. Hubo boda y alegría, hubo un primer bebé y alegría y, cuando Ephron estaba embarazadísima del segundo, descubrió que su marido le estaba siendo infiel con otra mujer. Cuando Ephron confrontó la situación, Bernstein le dijo que estaba enamorado hasta las trancas de una amiga de la pareja y descubrió que mucha gente de su entorno ya estaba al tanto de la situación. Imaginad el shock, el horror y la humillación y, ahora, imaginadlo preñadas de siete meses.
Sin embargo, Nora Ephron tenía un as bajo la manga: como guionista sabía que una tragedia solo necesita tiempo para convertirse en comedia, su mayor especialidad, y como escritora conocía la importancia de controlar la narrativa. Y entonces cogió todo aquello y escribió la novela ‘Heartburn’, donde convirtió en ficción los sucesos que llevaron al fin su segundo matrimonio, e hizo de la humillación y la tristeza vivida no solo un arte, sino todo un éxito en ventas.
‘Heartburn’ no es una de esas novelas que los críticos meten en una de esas listas de ‘Los 100 libros que hay que leer antes de morir’, pero ‘Heartburn’ tiene algo que creo que todas nosotras necesitamos en estos tiempos: ligereza, sentido del humor y verdades universales. Ephron tiene una cualidad tan importante en el periodista como en el escritor: la capacidad de hacer limonada con los limones que te da la realidad, sacando el máximo jugo a sus observaciones para ponerte delante un vaso lleno de sabiduría cotidiana.
En ‘Heartburn’ desarrolla con más profundidad su teoría del plátano, en un momento en el que la terapeuta de la protagonista le pregunta a esta por qué siente que tiene que convertir todo lo que le pasa en una historia que contarle a los demás: “Porque si cuento la historia, controlo la versión. Porque si cuento la historia, hago a la gente reír, y prefiero que se rían de mí antes de que me tengan pena. Porque si cuento la historia, no duele tanto. Porque si cuento la historia, puedo continuar”. A esto solo añadiría una cosa: dale un poco de tiempo a tu historia y verás que, con algo de paciencia, ninguna historia es una tragedia absoluta.
Feliz lectura.
La frase
“Mucho se ha escrito durante los últimos años sobre el hecho de que los hombres no lloran demasiado. Ahora llorar es considerado algo conveniente, un signo de madura sensibilidad masculina; ahora se cree que cuando se enseña a los niños que llorar no es cosa de hombres, crecen incapaces de lidiar con el dolor y la tristeza y la desilusión y los sentimientos en general. Me gustaría decir dos cosas al respecto. La primera es que siempre he considerado que llorar es una actividad altamente sobrevalorada: las mujeres lo hacemos en exceso y lo último que deseo es que esto se convierta en un exceso universal. La segunda cosa que quiero decir es esta: cuidado con los hombres que lloran. Es verdad que los hombres que lloran son más sensibles y están en contacto con los sentimientos, pero los únicos sentimientos que les conmueven y con los que están en contacto son los propios”.
LOL, SÍ.
El maridaje
Podría recomendaros los otros libros que menciono de Nora Ephron (que os recomiendo), podría recomendaros sus películas (que también os recomiendo), pero lo cierto es que ese maridaje me parecería un cliché.
Lo que os recomiendo para maridar con esta novela es pensar en vosotras como protagonistas de vuestra historia y, para ello, os voy a proponer un ejercicio que podría llamarse el #NoraEphronChallenge. El ejercicio está extraído de una reflexión de Ephron sobre el poder de transformación del ser humano que me resultó interesante y confío en que también os lo parezca a todas vosotras.
“Siempre hay tiempo para cambiar. Yo lo sé bien: he tenido cuatro profesiones y tres maridos. Existe un juego en el que se debe escribir sobre un papel cinco cosas que te retraten. Cuando terminé la universidad puse: ambiciosa, graduada, hija, demócrata, soltera. Diez años después, ninguna de esas palabras estaba en mi lista, ahora era: periodista, feminista, neoyorquina, divorciada, divertida. Esas cinco palabras tampoco entran en mi definición de hoy: escritora, directora, madre, hermana, feliz. Con seguridad, las cinco cosas que hoy incluyamos en nuestra lista dejarán de estar ahí dentro de diez años”.
¿Os atrevéis a probarlo?
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