¿Quién eres? 🤔
Hacia el final del especial de comedia del año 2016 titulado ‘Make happy’, el cómico Bo Burnham habla de lo que trata en realidad su espectáculo: trata sobre la actuación. “Nací en 1990 y me crié en una América donde existía una especie de culto a la expresión del yo. Así que me enseñaron que debía expresarme y decir cosas y que todo el mundo se interesaría por lo que tenía que decir”, explica el cómico. “Dicen ‘es la Generación del Yo’. Y no lo es. Somos… autoconscientes. Eso es lo que somos. Somos conscientes del Yo. Las redes sociales son simplemente la respuesta de mercado a una generación que necesitaba actuar. Así que el mercado dijo ‘pues toma, interactúa todo el tiempo con todo el mundo por ninguna razón en particular’. Es una prisión, es terrible. Es el actor y la audiencia fundidos en uno”.
Después de ese show, Bo Burnham dejó de actuar durante cuatro años debido a problemas de ansiedad y ataques de pánico cada vez que se subía a un escenario. Burnham inició su carrera de adolescente en la plataforma Vine, especializada en vídeos de 7 segundos de duración, allí subía microvídeos de canciones cómicas que pronto alcanzaron la viralidad. Es, por así decirlo, un hijo de Internet, alguien que alcanzó la fama a través de los teléfonos móviles y los Likes y que, probablemente, moldease su performance de manera más veloz que otros cómicos que esperaban a los análisis de audiencias de la televisión. Burnham creció acostumbrado a la atención y la interacción constante, al aplauso rápido y fugaz y también al troll, la saña y la crítica por mensaje directo.
En la maravillosa colección de ensayos ‘Falso espejo’, la periodista del New Yorker Jia Tolentino, dedica el primero de ellos a “El Yo en Internet”. En este ensayo, menciona el trabajo del sociólogo Erving Goffman, quien en 1959 desarrolló una teoría de la identidad que giraba en torno al fingimiento: “En toda interacción humana, las personas llevan a cabo una especie de actuación para crear una impresión ante un público”, escribe la periodista, “la actuación puede ser calculada, como quien va a presentarse a una entrevista de trabajo y practica todas las posibles respuestas; puede ser inconsciente, como quien se ha presentado a tantas entrevistas de trabajo que se comporta de manera natural, tal como se espera de él; puede ser automática, como quien provoca la impresión correcta principalmente porque es un hombre blanco de clase media alta con un máster. La persona que actúa puede verse por completo absorbida por su propia actuación (puede acabar creyendo que su mayor defecto es ‘el perfeccionismo’) o saber perfectamente que está fingiendo. Pero, sea como sea, está actuando”.
La identidad es un tema sobre el que mi cabeza suele ir y venir de manera intermitente pero constante. Recientemente, cuando Rusia invadió Ucrania, tomé la decisión de no compartir nada en mis redes sociales. Lo decidí porque, intentando consumir información, me cruzaba con distintos tipos de ruido que me impedían encontrarla: algunos mostraban solidaridad con Ucrania en forma de bandera o con una frase vacía sobre la necesidad de paz, otros eran memes sobre “estar viviendo demasiados hechos históricos en muy poco tiempo” y otros consistían en opiniones de personas que, de la noche a la mañana, parecían haberse convertido en expertos en geopolítica. Decidí que, ya fuese con buena intención o como manera de sentirme parte de un grupo, todo lo que dijera iba a propiciar un manchado en los timelines de otra gente que, como yo, estuvieran tratando de informarse a través de su Feed. Más adelante, sin embargo, me invadió una preocupación egoísta: quizás si alguien hiciese arqueología en mis redes sociales, podría pensar de manera equívoca que no me solidarizaba con el pueblo ucraniano o que era una persona frívola por seguir bebiendo vino blanco a las puertas de una Tercera Guerra Mundial. Me di cuenta de que mi preocupación por Ucrania era genuina y real y mis amigos y familiares lo sabían, pero igual que el árbol que cae solo en el bosque, ¿puede contabilizarse mi preocupación si no estaba haciendo ningún ruido? De nuevo, la necesidad de la performance.
Es cierto que somos una generación autoconsciente: en el plano más superficial, la proliferación de las cámaras en formato bolsillo ha permitido que seamos más conscientes de nuestro lado bueno, pero la inevitable comparación diaria con nuestros semejantes también nos ha hecho más conscientes de todos nuestros defectos, algunos incluso inexistentes hasta hace dos años. En un plano más profundo, somos conscientes de tener una amplia pero difusa audiencia a la que dirigirnos y también un historial a disposición de cualquiera que quiera consultarlo— un nuevo ligue, un director de recursos humanos o un enemigo— y, por tanto, pensamos y editamos lo que subimos a nuestras redes sociales pensando en el Yo que queremos que vea el mundo en determinado momento. Ya sea este Yo más perfecto o más trashy, ambos son parte de la misma impostura.
“Fuera de Internet, existen formas de alivio integradas en ese proceso”, escribe Tolentino. “El público cambia: la actuación que llevas a cabo en una entrevista de trabajo no es igual que la que realizas horas después en un restaurante durante la fiesta de cumpleaños de un amigo, que también es diferente de la que despliegas con tu pareja en casa. Es posible que en casa sientas que puedes dejar de actuar; según el esquema teatral de Goffman, puede que te sientas como si estuvieses entre bambalinas. Goffman indicó que necesitamos, en igual medida, un público que sea testigo de nuestras actuaciones y unas bambalinas en las que poder relajarnos, por lo general, acompañados de compañeros que han estado actuando junto a nosotros”.
La identidad en Internet se convierte en algo expansivo: “En Internet, una actuación queda atrapada en el nebuloso territorio de las opiniones, a través de una imparable corriente de corazones y likes y bolas con ojos, agregados a números junto a tu nombre. Y lo peor de todo es que, en esencia, en Internet no hay bambalinas; fuera de la red, el público inevitablemente se va y cambia pero, dentro, el público nunca tiene por qué marcharse”, escribe Tolentino.
Es como si el ser y el estar tuviesen las mismas necesidades: no soy si no estoy ahí, si no actualizo, si no participo, si no opino, si no me uno al meme o si no muestro mi apoyo. Nuestra identidad se difumina y se pierde en el océano de scrolls. Pero no podemos permitir que los ciclos cada vez más veloces de noticias y cuatro algoritmos pensados para vendernos productos cada vez más específicos para nuestro tipo de piel definan nuestra identidad y nuestra esencia. Tenemos que aprender a volver a separar los conceptos: sigo siendo yo aunque no esté ahí, igual que mis amigos lo siguen siendo aunque no podamos vernos todos los días. Es más fácil decirlo que hacerlo, claro. De momento, intentemos encontrar nuestras bambalinas.
Feliz lectura.
La frase
“Cuando eres mujer, las cosas que te gustan suelen actuar en tu contra. O, visto desde otro ángulo, las cosas que van en tu contra han sido diseñadas para que te gusten. La disponibilidad sexual entraría dentro de esa categoría. También la amabilidad y la generosidad. Querer tener buen aspecto (obtener placer en el hecho de intentar tenerlo) sería otra de ellas”.
De otro de los ensayos de la colección, titulado ‘La mujer optimizada’. Hay que estar siempre alerta, señoritas.
El maridaje
En el año 2021, Bo Burnham regresó y estrenó ‘Inside’ en Netflix. ‘Inside’ es un especial de comedia inusual, apto para todos aquellos a quienes los cómicos les provoquen, por norma general, urticaria. ‘Inside’ combina música con sketches, bromas meta sobre el universo de Internet y las redes sociales y una ácida crítica al mundo que nos rodea. Lo más fascinante de este especial es que Burnham lo pensó, lo grabó y lo editó durante la pandemia. Resulta curioso que para volver a encontrar su Yo, tenía que volver a ser el adolescente que se graba con una cámara a solas en su habitación.
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