“En su pequeño apartamento, Lucile se ocupaba de diversos arreglos y reorganizaciones, llevaba a cabo trabajos de pintura o plantaciones, en fin, hurgaba. Hurgar es una expresión muy extendida en mi familia, de la que ignoro el origen, que significa empezar varias actividades sin centrarse en ninguna. Lucile hurgaba, pues, y aquello era una noticia excelente: tenía energía suficiente para permitirse malgastarla”.
Pensar un menú, hacer una lista de ingredientes, bajar a la compra y ponerte manos a la obra. Sacarle una hijita al poto y ponerlo en agua hasta que eche raíces. Hacerte un peeling casero. O ponerte una mascarilla facial. Hacer hummus. Leer 50 páginas de un libro de un tirón, apoyada en la encimera de la cocina. Llevar a cortar los bajos de un pantalón que aguarda su estreno en su armario. Hacer un puzzle. Mandar un audio de 10 minutos a una amiga. Reorganizar tu biblioteca personal. Pintarte las uñas. Ordenar los armarios. Deambular por casa haciendo esto y lo otro. No sé. Cada una con lo suyo, pero hurgando. Zafándonos de los ritmos de la productividad y, sobre todo, de la exigencia de la brillantez. Qué hartazgo eso de tener que hacerlo todo bien y por algo. Hacer cosas, aunque se hagan regular. Aunque se hagan mal, de hecho. No importa. Nadie está mirando. Y no es tan importante. Porque lo importante es sentirse con ganas de hacer cosas, como Lucile. Vencer el desánimo. Y, sobre todo, el miedo al peor escenario posible.
Tengo esta frase grabada desde que leí ‘Nada se opone a la noche’ de Delphine DeVigan. La importancia de esta frase reside en que Lucile, la madre de la escritora, a quien oteamos en estas líneas, se suicidó. Y a indagar sobre el por qué de su trágico final se dedica la autora en el libro. Y esta es una de las certezas que la autora encuentra: cuando una está bien, hace cosas. Cuando una está mal, no. Así de simple.
El movimiento —en cualquier dirección, incluso cuando parece que nos estamos moviendo en círculos— es bueno: significa que estás viva.


Beatriz, que estupenda reflexión. Me sucede justo ahora que la vida me exigió hacer una pausa en el ámbito profesional después de veintitantos años seguidos y me aporta muchísimo que desde tu perspectiva que considero muy amplia, lo de hacer cosas de cualquier tipo, sea reconocido cómo igual o hasta más enriquecedor que cuando ya no disfrutas de esos días en la oficina...un saludo afectuoso desde Monterrey, México...super fan del podcast y próximamente de tus libros también.