Ola de terror 🔥
Una de las partes que más me marcó en Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la familia Manson, no fue la descripción de los truculentos crímenes de agosto de 1968, sino este párrafo que describe la ola de terror que se desató en la ciudad de Los Ángeles después de que se produjeran dos asesinatos violentos —los del 10050 de Cielo Drive, la casa de Roman Polanski, seguidos de los del matrimonio LaBianca, en Los Feliz—: “A veces el miedo se puede medir. Entre los barómetros: en dos días, una tienda de artículos de caza de Beverly Hills vendió doscientas armas de fuego; antes de los asesinatos, la media era de tres o cuatro al día. Algunos cuerpos de seguridad privada duplicaron y luego triplicaron el personal. Los perros guardianes, que antes valían doscientos dólares, se vendían ya a mil quinientos. Los cerrajeros alegaban retrasos de dos semanas en los pedidos. Aumentaron de repente los partes de disparos y de personas sospechosas”. Más: “Se dijo que Frank Sinatra estaba escondido. Que Mia Farrow no quería asistir al funeral de su amiga Sharon Tate porque, como explicó un familiar: ‘Mia tenía miedo a ser la siguiente’; que Tony Bennett se había trasladado de su bungaló ubicado en los terrenos del Hotel Beverly Hills a una suite del interior ‘para mayor seguridad’; que Steve McQueen llevaba ya un arma debajo del asiento delantero de su deportivo; que Jerry Lewis había instalado un sistema de alarma en casa que incluía un circuito cerrado de televisión. Las amistades se truncaban, las aventuras terminaban, la gente salía de repente de las listas de invitados, las fiestas se cancelaban…”. Cuentan que una nube de terror se cernió sobre el sur de California, “más densa que el smog. No se disiparía durante meses”.
El problema era que nadie sabía quién o quiénes habían sido los responsables de unos crímenes tan atroces. Y si el asesino o los asesinos no eran nadie, significaba que el asesino o los asesinos podían ser cualquiera.
Leyendo esta fascinante crónica de los asesinatos y los juicios de la familia Manson, pensaba mucho en Joan Didion. En su conjunto de ensayos, The White Album, escribe como angelina lo que fue vivir en el momento y en el lugar en el que un monstruo sin rostro acabó con la idea que la beautiful people estaba a salvo de todos los males. Dice Didion que, para ella, el verano del amor y la sensación de libertad y ligereza que había traído el movimiento hippie de la década de los 60 terminó el 9 de agosto de 1969. “El 9 de agosto de 1969 estaba sentada al borde de la piscina de mi cuñada en Beverly Hills cuando recibió la llamada de un amigo que acababa de enterarse de los asesinatos en la casa de Sharon Tate y Roman Polanski en Cielo Drive. El teléfono no dejó de sonar en las horas siguientes. Las noticias iniciales eran confusas y contradictorias. Alguien decía algo sobre unas capuchas, otro decía algo sobre unas cadenas. Había veinte muertos, no, doce, diez, dieciocho. Se hablaba de misas negras y malos viajes. Recuerdo perfectamente aquel clima de desinformación. Y también recuerdo algo que desearía no recordar: que nadie parecía sorprendido”.
La cita más conocida de Joan Didion es esa de “nos contamos historias para poder sobrevivir”. Es la frase con la que arranca, precisamente, The White Album. No es tan conocido cómo continúa el relato: “Buscamos la explicación al suicidio, la lección social o moral en el asesinato de cinco personas. Interpretamos lo que vemos, seleccionamos lo que más encaja entre múltiples opciones. Vivimos sometidos, especialmente quienes escribimos, a la imposición de la línea narrativa sobre escenas disparatadas, a “las ideas” con las que hemos aprendido a congelar la fantasmagoría cambiante que es nuestra experiencia real”.
Cuando no encontramos una explicación coherente a lo que nos sucede, nos pasamos toda nuestra vida buscándola. Del “¿Quién los mató?” y “¿Por qué sucedió?”, en referencia a un crimen que nos parece tan salvaje como inexplicable, al “¿Por qué me dejó?”, cuando una relación acaba de repente, o el “¿Por qué a mí?”, cuando recibes un resultado terrible tras unas pruebas médicas. Nos acostumbramos a la forma narrativa de las historias con las que hemos crecido y con las que hemos aprendido a interpretar el mundo que nos rodea, e intentamos dotar a nuestra vida de la misma narrativa para otorgarle sentido y significado. Debería tenerlo, ¿no? A fin de cuentas, la vida sí tiene su planteamiento, su nudo y su desenlace.
La cosa es que no siempre sucede así, y a menudo, podríamos vivir más tranquilos sin darle tantas vueltas a los porqués, ya que, aunque nuestro cerebro sea incapaz de comprenderlo, los porqués en muchas ocasiones no existen. Quizás podríamos utilizar toda esa energía en hacerlo lo mejor posible para seguir adelante. Un dato más: durante aquella ola de terror que comenzó en Los Ángeles el verano de 1968 y duró varias estaciones, una presa coincidió en la misma celda con Susan Atkins, la mujer que apuñaló a Sharon Tate, y que le reconoció todos los asesinatos que había cometido. Así, la policía pudo tirar del hilo hasta llegar a Charles Manson, y a la secta conocida como La Familia. Cuando la presa dejó de preguntarle a Susan Atkins el cómo y le preguntó el porqué, creyendo ingenuamente en que la explicación tendría algún tipo de lógica y, por tanto, obtendría el cierre que toda historia necesita, la asesina respondió: “La casa estaba lo suficientemente aislada”.
Feliz lectura(s).
La curiosidad
Helter Skelter es el nombre británico de un tobogán con forma de espiral que se encuentra en muchos parques infantiles, y también el título de una canción de Los Beatles, compuesta por Paul McCartney, e incluida en su disco The White Album, publicado en 1968. También fue una de las frases que los asesinos pintaron con sangre en la casa del matrimonio LaBianca, puesto que Charles Manson estaba obsesionado con el disco. Al parecer, Manson desconocía lo de los toboganes, y asumió que la letra tenía algo que ver con una puerta de entrada al infierno. Helter Skelter también significa ‘atropelladamente, confusión, alboroto o torbellino’.
El maridaje
Hablando de historias y de narrativas, últimamente pienso mucho en el poder reparador de la ficción. Supongo que muchas de las historias que se han escrito sobre venganza(s) buscan eso: que aquellos que no pudieron vengarse de algo consigan una especie de justicia poética o literaria y que a través de la ficción sientan que sus cuentas han sido saldadas. Érase una vez en… Hollywood, de Quentin Tarantino, busca precisamente eso, y lo consigue. Lo bonito de la ficción es que puede darle a cualquier historia, por terrible que sea, un final feliz.
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