Fri-vo-li-dad 🍾
Siempre he desconfiado de aquellas personas que carecen de sentido del humor. Para mí, se trata de uno de los peores defectos de carácter que puede tener el ser humano: en un mundo que se desmorona y que no nos da más que disgustos, siempre he admirado la cualidad para desdramatizar y saber reírse de las cosas. Durante años, he sido testigo de la facilidad con la que esta capacidad tan brillante como necesaria de reírse de todo y de nada ha sido tildada peyorativamente de ‘frivolidad’. Y de cómo el adjetivo ‘frívolo’ o ‘frívola’ le ha sido aplicado a personas de mi alrededor que, a mi parecer, tienen mayor capacidad de resiliencia que el resto. Por norma general, a mujeres y a hombres homosexuales.
Leyendo ‘Últimas noticias de la duquesa’, la apasionante crónica escrita por Caroline Blackwood y centrada en la enigmática figura de Wallis Windsor, la mujer conocida por hacer abdicar al rey de Inglaterra, no dejaba de darle vueltas a esta idea. A cómo las personas tenemos tantas capas como las cebollas. A cómo el sentido del humor y la aparente frivolidad pueden ser un mecanismo de defensa o incluso una herramienta de supervivencia. La historia comienza así: en 1980, Lord Snowdon (fotógrafo y ex marido de la princesa Margarita, hermana de la reina de Inglaterra) le propone a The Sunday Times fotografiar a una Wallis Windsor ya viuda y prácticamente desaparecida de la vida pública. La periodista y aristócrata Caroline Blackwood recibe el encargo de escribir el texto que acompañaría a la foto. El libro es un reportaje sobre un encuentro que nunca llegó a producirse. ¿Dónde estaba la que fue una de las mujeres más fotografiadas del mundo?
Al intentar contactar con la duquesa de Windsor, Blackwood descubre que esta lleva años aislada de la sociedad, tutelada por una extraña abogada de ochenta y cuatro años llamada Suzanne Blum, que había conseguido cortar todos los lazos que la duquesa tenía con el mundo exterior, y que la mantenía tumbada en la cama de su enorme château, aferrándola a la vida, con la única compañía del servicio médico y de su viejo mayordomo. Desentrañar el por qué de las acciones de Blum se convertirá en la obsesión de Blackwood, que consigue convertir su libro en una biografía alternativa de la duquesa, en una novela de misterio con tintes eróticos y en un ejemplo de investigación periodística sublime. ¿Qué más queréis, hijas mías?
Dice uno de mis mejores amigos que cuando empecé a leer el libro le hablaba de Wallis Simpson. Después pasé a llamarla Wallis Windsor. Y más adelante me refería a ella como ‘la duquesa’. Como si a lo largo de la lectura esa mujercita de huesos afilados y looks imposibles hubiese ganado todos mis respetos. Y lo cierto es que fue un poco así.
Y es que mi duquesita sobrevivió a todo: a una infancia triste y pobre, huérfana de padre y con una madre que tuvo que vivir de la caridad de sus familiares pudientes. Sobrevivió a un primer matrimonio violento, con un marido alcohólico y celoso patológico que acostumbraba a dejarla atada a la pata de la cama para irse de farra. Sobrevivió a un divorcio a principios de siglo pasado, con el estigma social que aquello conllevaba. Sobrevivió a un segundo matrimonio tan insípido que casi la lleva a la depresión en una ciudad nueva y desconocida para ella. Sobrevivió a una abdicación, al odio de todo un país, a sacos llenos de cartas amenazantes, al desdén de la familia real, al -ejem- coqueteo de su marido con el nazismo y también a la viudedad. Y solo una abogada obsesionada precisamente con esta estela de elegante superviviente consiguió terminar con su figura.
Escribe Blackwood que la propia Wallis y su círculo cercano acostumbraban a reírse de la imagen con la que se la representaba en la cultura popular: decían que en pantalla siempre la interpretaba una persona mucho más guapa, pero también mucho más sosa. Por lo visto, una de las mayores cualidades de Wallis Windsor era su lengua afilada y su oscuro sentido del humor. Haciendo un repaso a las imágenes que Google me devuelve de ella tras leer el libro, creo entender mejor a la persona detrás del personaje público: el por qué de su fascinación por las cosas “poco importantes” de la vida, como la decoración de una casa, las flores o el menú de la cena, la obsesión por las cosas brillantes y bonitas, por los lujos y por alcanzar una vida de despreocupación. Al final, las personas que han estado en el barro no quieren hablar del color, la densidad o la textura del barro, sino quitárselo de encima con agua caliente y jabón para tumbarse en una cama con sábanas suaves y limpias. Desconfiad de aquellas personas que hablan sin parar de haber estado en el fango, con toda seguridad, son aquellas que gozan de la posibilidad de salir cómo y cuándo lo deseen.
Feliz lectura.
La frase
“Pasé muchos días horribles preguntándome que iba a ser de mí, y si, como una botella de champán que lleva demasiado tiempo en el congelador, acabaría viendo cómo mi espíritu perdía las burbujas”.
Wallis Simpson escribió estas palabras sepultada por el aburrimiento, las tristezas y las rutinas de clase alta de su segundo matrimonio antes de conocer al futuro rey de Inglaterra. Con esto quiero decir que, aunque muchas veces pienses que estás perdiendo las burbujas, es posible que estés a punto de descorchar la botella.
El maridaje
Natalie Wynn, más conocida como Contrapoints, es una youtuber y filósofa estadounidense que tiene todo lo que me gusta en un ser humano: inteligencia, profundidad y discurso, unido a un sentido altísimo de la estética, a la frivolidad y al humor. Todo su canal es fantástico, pero para esta carta me pegaba muchísimo recomendaros este vídeo sobre la opulencia donde explica por qué a veces ansiamos las cosas brillantes y bonitas, aunque nuestra ideología debería alejarnos de los deseos más frívolos, banales y puramente consumistas.