El arte de la resistencia ❌

En ‘Cómo no hacer nada’, la escritora Jenny Odell cuenta el caso de una empleada de Deloitte que, en el año 2008, generó gran inquietud entre sus compañeros de trabajo hasta el punto de que su comportamiento terminó siendo escalado a recursos humanos. La empleada, una becaria de marketing, se pasaba el día entero sentada en una mesa mirando al vacío o en una pequeña biblioteca mirando por la ventana. Cuando un compañero le preguntó qué estaba haciendo, ella respondió que estaba “haciendo trabajo mental” o “pensando en sus cosas”. Más adelante, empezó a pasarse el día entero subiendo y bajando en ascensor, cuando otra persona le preguntó qué hacía, ella respondió que aquella actividad “le ayudaba a ver las cosas desde perspectivas distintas”.
La becaria de marketing, como ya habréis adivinado, no era becaria de marketing, sino una artista de performance finlandesa llamada Pilvi Takala, que con aquellas acciones llevadas a cabo en Deloitte estaba trabajando en su obra The Trainee. El trabajo de Takala consiste, precisamente, en exponer las grietas de la sociedad a través de actos muy sencillos que consiguen amenazar todas las normas sociales. El vídeo del proyecto, que tenéis disponible en la web de la artista, es incomodísimo de ver: su inacción dentro de una oficina en la que todo el mundo está tecleando genera una curiosidad tensa entre sus compañeros, que no pueden evitar acercarse al principio, y evitarla a toda costa más adelante: “lo que detecta la gente a través del acto de no hacer nada, además de extrañeza, es un elemento de resistencia”, escribe Takala en su web, “la persona que no hace nada no está comprometida con ninguna acción, así que tiene potencial para hacer cualquier cosa”.
La performance de Pilvi Takala me recordó al acto que lleva a cabo Yeonghye, la protagonista de la fascinante novela ‘La vegetariana’ de Han Kang, quien un día cualquiera decide que no va a comer carne nunca más. Y lo que parece una premisa sencilla no lo es tanto ya que, como bien apunta el excelente prólogo de Gabi Martinez, la novela está ambientada en Corea del Sur, un país que desde hace algunos años ha aumentado considerablemente el consumo de todo tipo de carne como reflejo de prosperidad y crecimiento económico, y donde los índices de desigualdad entre hombres y mujeres dentro y fuera del hogar sigue siendo escandalosamente alto. En ese contexto, negarse a comer carne es un acto de insumisión hacia el marido y de resistencia hacia una sociedad cada vez más carnívora.
Antes, siempre que pensaba en el concepto de resistencia, mi mente se iba hacia los grandes actos universales. Pensaba en periodos de guerra y en escoger el bando de los buenos, aun a sabiendas de que serían los perdedores. Pensaba en kamikazes y en la idea de “morir matando”. Pensaba en personas que un día dijeron ‘no’ y cambiaron el curso de la historia. Pensaba en épica, en gloria y en grandes epitafios. A día de hoy pienso más en aquellas resistencias de andar por casa, en todos esos ‘noes’ en minúscula que sentimos como una liberación cuando los usamos en nuestro día a día. Y me doy cuenta de que, en muchas ocasiones, mis dos ideas de resistencia grande y chica pueden confluir: no olvidemos que uno de los detonantes de la lucha por los derechos civiles de las personas negras en Estados Unidos comenzó por un acto de resistencia tan minúsculo como Rosa Parks negándose a cederle su asiento a un hombre blanco en un autobús.
Creo que son nuestras resistencias íntimas, pequeñitas y contundentes, las que, del mismo modo que nuestros gustos —como la forma en la que nos gusta tomar el café o el tipo de películas que nos ponemos un día de bajón— definen el puzzle de ser humano que todas somos. Y, por norma general, saber quiénes somos es la mecha que nos prende para poder hacer cualquier cosa. Cualquier cosa.
Feliz lectura.
La frase
“Me había vuelto una desconocida, pero no había duda de que era yo. No, al revés. Era un rostro visto innumerables veces, pero no era mi cara. No puedo explicarlo. Conocida y desconocida a la vez, fue una sensación vívida y extraña, terriblemente extraña”.
Decir “no” alto y claro, varias veces al día si fuera necesario, es mi receta para poder mirarnos y seguir reconociéndonos.
El maridaje
Hace unos años, cuando trabajaba en Buzzfeed, publiqué un artículo titulado ‘25 fotografías históricas de mujeres que le echaron un par de ovarios a la vida’ que incluye imágenes fascinantes. Ahora me doy cuenta de que aquí convergen de nuevo las resistencias grandes y chicas que tanto me gustan: en el artículo podréis ver imágenes de Rosa Parks, de Amelia Earhart o de muchas sufragistas, pero también imágenes tan curiosas como esta que os dejo justo arriba, dos mujeres enseñando por primera vez las piernas mientras pasean de la mano por Toronto en 1937. Toma ya.
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